Es una gran tontería pedir consejo a alguien que tiene intereses personales.
Un Cormorán, cuyos ojos se habían vuelto tan opacos por la edad que no podía discernir su presa en el fondo del agua, ideó un ardid para satisfacer sus necesidades. Oye, amigo, dijo a un Gobio que observó nadando cerca de la superficie de cierto canal, si te importa tu seguridad o la de tus hermanos, ve ahora mismo y anúnciales de mi parte que el dueño de este estanque está decidido a dragarlo en una semana. El Gobio nadó rápidamente y transmitió esta terrible noticia a una asamblea general de peces: quienes unánimemente acordaron enviarlo de vuelta como embajador al Cormorán. El propósito de su comisión era devolverle sus gracias por la información; y añadir sus súplicas para que, ya que había sido tan bueno al informarles de su peligro, tuviera la bondad de ponerles en un método para escapar de él. Lo haré con mucho gusto, respondió el astuto Cormorán, y les ayudaré con mis mejores servicios. Solo tienen que reunirse en la parte superior del agua, y yo me encargaré de transportarlos a todos uno por uno a mi residencia junto a un estanque solitario, al cual ninguna criatura además de mí ha encontrado el camino. El proyecto fue perfectamente bien aprobado por los peces incautos, y con gran expedición ejecutado por el engañoso Cormorán; que habiéndolos colocado en una agua poco profunda, cuyo fondo podía discernir fácilmente, los devoró a todos por turnos, según lo requerían su hambre o su lujo.
