Generar expectativas inusuales hace que un evento ordinario se vuelva ridículo.
Una vez se corrió el rumor de que una Montaña vecina estaba en parto; se afirmaba que se le había escuchado emitir prodigiosos gemidos; y se había levantado una gran expectativa de que algún nacimiento extraordinario estaba a punto de ocurrir. Multitudes se reunieron con mucho entusiasmo para ser testigos del maravilloso evento: uno esperaba que diera a luz a un gigante; otro, a algún monstruo enorme; y todos estaban suspendidos en una expectativa ansiosa de algo grandioso y asombroso. Cuando, después de esperar con gran impaciencia un tiempo considerable, ¡he aquí! salió un pequeño ratón ridículo.