Moraleja: Quien se engríe con el menor viento de prosperidad, caerá repentinamente bajo los golpes de la desgracia.
Un Sicómoro crecía junto a un Roble, y no poco elevado por los primeros días cálidos de primavera, comenzó a echar sus hojas rápidamente y a despreciar al Roble desnudo por su insensibilidad y falta de espíritu. El Roble, consciente de su naturaleza superior, respondió estoicamente: «No te deleites tanto con el primer saludo de cada brisa cambiante; considera que las heladas aún pueden regresar; no les des la oportunidad de quemar tus brotes, si deseas compartir igualmente todas las glorias del año naciente. En cuanto a mí, solo espero ver este calor confirmarse un poco; y, cuando esto suceda, tal vez mostraré una majestad que no se moverá fácilmente. Pero el árbol que parece demasiado afectado por el primer guiño favorable de la primavera, siempre será el primero en perder su verdor y marchitarse bajo las inclemencias del invierno.»