Deberíamos cortar inmediatamente todo comercio con una persona que descubramos que es un doble agente.
Un pobre hombre, viajando en pleno invierno a través de un bosque desolado, sin ninguna posada que lo acogiera, ni ninguna criatura humana que lo ayudara o consolara, estaba en peligro de morir de frío. Al final, llegó a la cueva de un sátiro, donde pidió permiso para descansar un rato y resguardarse de la inclemencia del tiempo. El sátiro aceptó con mucha cortesía su petición. El hombre no había entrado aún cuando comenzó a soplarse los dedos. Su anfitrión, sorprendido por la novedad de la acción, sintió curiosidad por saber el motivo. «Lo hago,» dijo el viajero, «para calentar mis dedos congelados, que están entumecidos por el frío.» Inmediatamente, el sátiro preparó una comida caliente para refrescar a su huésped, pero el hombre descubrió que estaba demasiado caliente y comenzó a soplarla. «¿Qué?» preguntó el sátiro, «¿no está suficientemente caliente?» «Sí,» respondió el viajero, «demasiado caliente; y soplo para enfriarla.» «¿De verdad?» exclamó el sátiro; «entonces sal de mi cueva lo más rápido que puedas, porque no deseo tener ninguna comunicación con una criatura que sopla caliente y frío con el mismo aliento.»