La ambición tonta de competir con nuestros superiores en cuanto a apariencia externa, en lugar de cualidades internas, a menudo causa ruina total.
Una rana, impresionada por el tamaño y la majestad de un buey que pastaba en los pantanos, no pudo evitar tratar de expandirse a la misma magnitud majestuosa. Después de inflarse y hincharse durante un tiempo, preguntó: «¿Qué piensas, hermana, esto funcionará?» «Ni de lejos.» «¿Y esto?» «Para nada.» «Pero esto seguramente lo hará.» «Nada parecido.» En resumen, después de muchos intentos ridículos con el mismo resultado infructuoso, la simple rana se reventó la piel y murió miserablemente en el acto.