Había una vez, en un tranquilo pueblo llamado Estrellaville, un niño curioso llamado Max. Max adoraba mirar el cielo nocturno y se preguntaba sobre las estrellas y los planetas. Su habitación estaba llena de libros sobre el espacio, y tenía un telescopio que usaba todas las noches para observar el cosmos.
Una noche, mientras Max ajustaba su telescopio, una luz brillante cruzó el cielo y aterrizó en su jardín. Corrió afuera para ver qué había pasado y encontró una pequeña nave espacial resplandeciente. De la nave salió un pequeño y amigable extraterrestre llamado Zog.
«¡Hola, Max!» dijo Zog con una voz alegre. «Vengo de una galaxia lejana y necesito tu ayuda para explorar el sistema solar. ¿Te gustaría unirte a mí en una aventura?»
Los ojos de Max brillaron de emoción. «¡Claro que sí, Zog! Me encantaría explorar el sistema solar contigo.»
Zog sonrió y llevó a Max dentro de la nave espacial. Dentro, había botones coloridos y pantallas que mostraban imágenes de planetas y estrellas. Zog presionó un botón, y la nave espacial se elevó hacia el cielo, dirigiéndose al sistema solar.
Su primera parada fue el Sol, el corazón del sistema solar. El Sol era una gigantesca bola de gas ardiente que proporcionaba luz y calor a todos los planetas. Max aprendió que el Sol era una estrella, igual que las que veía titilar en el cielo nocturno, pero mucho más cercana y más grande.
Luego, visitaron Mercurio, el planeta más cercano al Sol. Max se asombró al ver que Mercurio tenía una superficie rocosa cubierta de cráteres. Zog explicó que, debido a su proximidad al Sol, Mercurio tenía temperaturas extremadamente altas durante el día y frías durante la noche.
Su viaje continuó a Venus, el segundo planeta desde el Sol. Venus estaba cubierto de densas nubes de gas tóxico, lo que lo hacía el planeta más caliente del sistema solar. Max descubrió que las nubes de Venus reflejaban la luz del sol, haciéndolo el planeta más brillante en el cielo nocturno.
Después de Venus, se dirigieron a la Tierra, el planeta hogar de Max. Desde el espacio, la Tierra se veía como una hermosa canica azul con nubes blancas arremolinándose alrededor. Zog le contó a Max que la Tierra era el único planeta en el sistema solar conocido por tener vida, gracias a su distancia perfecta del Sol, permitiendo agua líquida y una atmósfera respirable.
La siguiente parada fue Marte, el planeta rojo. Marte tenía una superficie polvorienta y rocosa con enormes volcanes. Max aprendió que Marte tenía el volcán más grande del sistema solar, el Monte Olimpo. Zog también le dijo que los científicos estaban explorando la posibilidad de encontrar signos de vida antigua en Marte.
Después de Marte, viajaron al cinturón de asteroides, una región llena de objetos rocosos que orbitan el Sol. Max se fascinó con los asteroides, algunos de los cuales eran tan pequeños como guijarros, mientras que otros eran tan grandes como montañas. Zog explicó que el cinturón de asteroides era un remanente de la formación del sistema solar.
Su viaje los llevó luego a Júpiter, el planeta más grande del sistema solar. Júpiter era un gigante gaseoso, cubierto de nubes arremolinadas y tormentas furiosas. Max quedó particularmente impresionado por la Gran Mancha Roja, una enorme tormenta que había estado rugiendo durante siglos.
A continuación, visitaron Saturno, famoso por sus impresionantes anillos hechos de hielo y roca. Zog explicó que Saturno también era un gigante gaseoso y tenía muchas lunas, incluida Titán, que tenía lagos y ríos de metano líquido.
Después de Saturno, viajaron a Urano, un gigante de hielo con un color azulado debido al metano en su atmósfera. Max aprendió que Urano giraba de lado, haciéndolo único entre los planetas.
Su penúltima parada fue Neptuno, otro gigante de hielo con vientos feroces y tormentas oscuras. Max se maravilló con el profundo color azul de Neptuno y su gran luna, Tritón, que tenía géiseres que expulsaban material helado al espacio.
Finalmente, visitaron el planeta enano Plutón, ubicado en el cinturón de Kuiper. Plutón era pequeño y helado, con un glaciar en forma de corazón en su superficie. Zog explicó que había muchos otros planetas enanos en el cinturón de Kuiper, haciendo de esta una región fascinante del sistema solar.
Cuando su aventura llegó a su fin, Zog pilotó la nave espacial de regreso a la Tierra. Max agradeció a Zog por el increíble viaje y la oportunidad de aprender tanto sobre el sistema solar. Zog sonrió y dijo: «Recuerda, Max, el universo está lleno de maravillas esperando ser descubiertas. Sigue explorando y nunca dejes de hacer preguntas.»
Con un último adiós, la nave espacial de Zog desapareció en el cielo nocturno. Max se quedó en su jardín, mirando las estrellas con un nuevo aprecio por la vastedad del espacio y el increíble viaje que acababa de experimentar.
Desde ese día, Max continuó explorando el cielo nocturno con su telescopio, soñando con futuras aventuras y los interminables misterios del universo. Y sabía que, sin importar a dónde fuera, las lecciones que aprendió de Zog y su viaje por el sistema solar siempre estarían con él.