Es una gran necedad atribuirnos trabajos que no somos capaces de realizar.
Algunas colmenas de miel fueron reclamadas por un enjambre de avispas, pero las verdaderas dueñas, las abejas, protestaron contra su demanda y el caso se remitió a un avispón como juez. Al examinar a los testigos, declararon que algunas criaturas aladas, que emitían un fuerte zumbido, eran de color amarillento y algo parecidas a las abejas, habían sido vistas durante bastante tiempo rondando el lugar donde se encontró este nido. Pero esto no resolvía del todo la cuestión; ya que estas características, observó el avispón, coincidían tanto con las abejas como con las avispas. Finalmente, una abeja vieja y sensata ofreció resolver el asunto con esta propuesta decisiva: «Que el tribunal designe un lugar donde los demandantes y los demandados puedan trabajar: pronto se verá quiénes de nosotros son capaces de formar celdas tan regulares y luego llenarlas con ese delicioso líquido.» Las avispas, al negarse a aceptar esta propuesta, convencieron suficientemente al juez sobre quién tenía la razón y él adjudicó las colmenas a las abejas.
